Fast food nation


El debate sobre la comida basura está encima de la mesa, por ser uno de los factores externos de la decadencia de Occidente. Es uno de los síntomas evidentes de que el desarrollo capitalista no implica necesariamente una mejora de la calidad de vida, sino que sucede al contrario. La sociedad norteamericana tiene un serio problema alimenticio, de la sanidad ya se ocupa Michael Moore con su nuevo documental «Sicko». Esos malos hábitos en el comer tienen que ver con una industrialización que no cumple con los mínimos de calidad de los productos, ni de manipulación y tratamiento de los mismos, ni de higiene por parte de un personal explotado laboralmente. Las grandes cadenas multinacionales de comida rápida atienden denuncias diarias, para lo que cuentan con un equipo de abogados especializado en dar una cobertura legal a su insana implantación. Es McDonalds la compañía que está más alerta contra las campañas de opinión que pueden perjudicar a sus intereses, mucho más a raíz del documental de Morgan Spurlock, «Super Size Me», que obligó a la famosa franquicia a implantar una serie de novedades en sus menús para mejorar su ya bastante deteriorada imagen pública.

«Fast Food Nation» se centra también en las hamburgueserías, pero con un enfoque muy distinto al de Spurlock, quien se sometía como conejillo de indias a un experimento consistente en alimentarse durante un periodo de tiempo determinado solamente de menús de esas cadenas, a fin de comprobar ante notario médico los desequilibrios y estragos casi irrecuperables causados en su organismo. Richard Linklater, en cambio, plantea un análisis global del sector cuya economía se basa, además de en ofrecer un producto de baja calidad mal tratado, en una explotación sistemática de sus empleados a través de fórmulas de trabajo temporal para jóvenes sin recursos, y, sobre todo, en una connivencia con la industria cárnica que se sirve de la inmigración ilegal como mano de obra barata. Por lo tanto, la película sigue todo el proceso; desde que la res es engordada artificialmente y entra en el matadero hasta que la hamburguesa es servida en el plato del cliente. En cada uno de esos pasos se cometen una serie interminable de irregularidades, con lo que se acaba entendiendo perfectamente cómo la hamburguesa ha llegado a ser un alimento tan desprestigiado cuando, en su versión casera, debería ser apreciada en función de la bondad de la carne picada empleada en su elaboración. Pero las grandes cadenas, al igual que han acabado con la respetabilidad de la hamburguesa, lo están haciendo con otros platos internacionales, como puedan ser la pizza italiana o el döner kebap turco. Lo mismo se pretende hacer con las tapas o el tradicional bocadillo, por lo que no estaría de más que en nuestro entorno se fueran tomando las medidas necesarias para que no vaya a ocurrir algo parecido con el pintxo y otras especialidades autóctonas.
Comentario extraído de rebelion.org

Estracto de la pelicula Fast food antion

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